Nadie desconoce que el tabaco está relacionado con el cáncer, enfermedades cardíacas, dentales, faríngeas, pulmonares, las alergias y la presión arterial alta, entre muchos otros, pero también está vinculado con las enfermedades oculares.
Las personas que fuman y las que están expuestas al cigarrillo tienen un riesgo elevado de desarrollar cataratas y la degeneración macular (DMAE). Además, el tabaquismo ejerce en el organismo un efecto de envejecimiento que empeora estas enfermedades, que originalmente se las atribuye a la edad, por lo que se dice que la persona que fuma “acelera su envejecimiento”.
Para los fumadores, el riesgo de padecer cataratas es un 40-60% mayor que entre gente que no fuma. Se estima que el 20% de todas las cataratas están vinculadas con el consumo de cigarrillo. ¿A qué se debe? Por un lado, a la irritación directa de los ojos, y por el otro a la liberación en los pulmones de sustancias químicas que llegan a los ojos a través de la sangre.
Estudios han demostrado que los fumadores y los ex-fumadores tienen más probabilidades de desarrollar la degeneración macular que quiénes nunca han fumado, y al día de hoy no hay cura probada para este tipo de enfermedad degenerativa. La macula es la parte de la retina responsable de la visión fina.
Además, el tabaquismo puede ayudar a la aparición de enfermedades vasculares del ojo, enfermedad ocular tiroidea, y aumenta el riesgo de pérdida grave de la visión en personas que presentan otras enfermedades de los ojos. Las mujeres que fuman durante su embarazo tienen más posibilidades de que den a luz en forma prematura, con todos los riesgos que ello conlleva para el bebé. El tabaquismo también empeora los síntomas del síndrome del “ojo seco”.
En definitiva, no hay nada bueno que decir sobre el tabaco, lo positivo es que una vez que se deja de fumar el riesgo de contraer estas enfermedades oculares se vuelve tan bajo como para quienes nunca fumaron.