La mayoría de las personas guardan sus gafas de sol para la época veraniega, pero esto es un error, ya que el sol sigue irradiando sus rayos UV durante los meses invernales con la misma intensidad y provocando el mismo daño en los ojos. Pero éste no es el único factor que afecta la vista, el viento es otro causante de daño.
Los anteojos de sol de verano e invierno no son iguales, la diferencia principal radica en sus lentes y la capacidad de ellos para adecuarse a los rayos del sol: los de verano tienen lentes más oscuros para bloquear los rayos del sol cuando está en su punto más alto, mientras que los de invierno reflejan los rayos de luz que inciden de manera horizontal. Esto es gracias a los lentes refractantes y los cristales menos ahumados, apropiados para los cambios de luz propios de la estación y también la luz grisácea.
Si se está en un lugar donde nieva el peligro se duplica, ya el reflejo del sol en la nieve puede provocar desde un intenso dolor, molestia y hasta pérdida de la visión temporal conocida como ceguera de la nieve. Una exposición prolongada puede concluir en cataratas y degeneración macular, entre otras enfermedades.
El armazón es importante: lo ideal es que se ajuste bien a la cara para evitar que el viento se “cuele” por los resquicios, y también para bloquear los rayos de sol bajos y los reflejos sobre los charcos de agua o nieve. Se recomienda los polarizados.
Los niños también deberían usar lentes de sol, están tan expuestos a enfermedades como los adultos, pero en el caso de ellos, el riesgo es mayor: El cristalino de un niño es casi transparente hasta los 10 ó 12 años, y así sus ojos absorben toda la radiación.
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Fuente: http://www.hola.com/hombre/2012112862065/gafas-sol-invierno-2012/